Hay una tendencia algo condescendiente y blandengue entre la crítica a afirmar algo parecido a esto:
Los creadores de la serie tienen claras cuáles son las limitaciones de su producto. Como el producto no intenta traspasarlas, el producto no está mal, ergo el producto es bueno, luego la serie es estupenda, porque al fin y al cabo es entretenida. Que es de lo que se trata, ¿no?
Bueno, puede, no del todo.
Es cierto que vivimos en un tiempo en que el entretenimiento parece la única vara de medir todas las cosas, desde la política a la educación pasando, por supuesto, por la literatura, el cine, la música y la televisión. Con unos resultados espectaculares en todos estos ámbitos, no hay más que asomarse.
Ocurre, sin embargo, que el entretenimiento no es excluyente. Cualquier cosa puede ser divertida al tiempo que nos aporta algo más, ese algo que va más allá de distinguir bonitos complementos de ropa y tendencias de estilo y que dota a las obras de resistencia ante el paso del tiempo, y que influye sobre nuestra percepción y nuestra comprensión de la realidad.
Dicho de otra forma, Sex in the City es seguramente entretenida, pero es rematadamente idiota. Pasar temporada tras temporada contemplando unos personajes huecos cuya rutina se reduce a comprar Manolos y seducir a jovencitos a los que más que duplican la edad es, sin embargo, divertido para mucha gente.
The Shield es también divertida, es casi imposible despegarse de la pantalla, capítulo tras capítulo, durante siete temporadas. Pero además, es inteligente, propone preguntas sobre sus personajes y sobre sus vivencias que desafían al espectador con una extraordinaria intensidad.
Nada de esto encontramos en Pan Am. Desde luego, nada en este capítulo.
Después del espejismo del capítulo berlinés, asumimos, para nuestra tristeza, que las azafatas protagonistas son probablemente las madres de las pijas desfaenadas de Sex in the City, a juzgar por cómo se comportan, cómo hablan (con buen ritmo, eso sí) y por las tramas de espionaje infantil con que pasan los minutos (para una versión no adolescente del tema, recomendamos encarecidamente la brillante Page Eight, película británica que confía en operaciones mentales más complejas que comprar en un todo a cien).
Seducción, pilotos de mandíbula cuadrada, chicas sexys, muy sexys. Todas hablan deprisa, llevan unos peinados y unos bolsos divinos, y la mayoría de ellas parecen incapaces de comunicarnos nada de interés.
Es cierto que por comparación con la mayor parte de la programación en abierto, y apoyada en una brillante recreación de época y en detalles técnicos espléndidos Pan Am destaca, y que le será probablemente reconocido en forma de premios y de una audiencia que, aunque se va desinflando, manifiesta simpatía por el producto.
Pero no por saberse pequeña y actuar en consecuencia una serie es buena. Es una serie pequeña, apropiada para verla y olvidarla, que pasa rápido, que no aburre, pero que capítulo a capítulo, va perdiendo altura.
50 años de la fabulosa adaptación de una de las novelas de suspense
imprescindibles. Un intrigante misterio que puedes ver en Prime Video
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Hace 1 hora
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