Esto es lo que ocurre durante este episodio, en el que el conflicto entre Nucky y su hermano Eli alcanza proporciones de las que difícilmente hay vuelta atrás.
Como es sabido, el dolar cotiza más alto que la sangre, y Nucky nunca ha tenido dudas al respecto. Lejos de apiadarse de su hermano arrinconado Nucky fuerza todavía más la situación provocando que la natural falta de inteligencia de su limitado familiar le ponga en una situación sin salida, y eso es exactamente lo que sucede.
Mientras tanto y fuera del núcleo familiar, los viejos amigos, ahora furibundos enemigos, hacen lo que pueden por estar a la altura de la antes prometedora conspiración y ahora mero plan ruinoso, desembocando en frustración y conflictos comprensibles aunque diminutos, y que por supuesto y como corresponde a un relato criminal se traducen en violencia explícita no apta para todos los estómagos.
En este caso hay que decir que la dosis de sangre que disfrutamos en este episodio le sienta singularmente bien a Boardwalk Empire, una serie por lo demás elegante y detallista que adolecía de cierta falta de expresividad en la faceta "ruthless" del ambiente gangsteril y por lo tanto de credibilidad en el retrato de la fábrica de dinero sucia en la Atlantic City de los años 20, por lo demás tan de jazz, de pobreza y de personajes bailongos.
Faceta que ha quedado bien equilibrada en esta ocasión (nada de unos limpios disparos y a otra cosa, no señor).
Por lo que respecta a la evolución general de la serie, BB sigue fiel a sus fracasos y a sus éxitos.
Fracasos, dos. Ni ha conseguido erigirse en La Serie, como desde HBO y su asignación de presupuesto hubieran querido (esa posición, para más dolor suyo, se lo disputan dos series de la competencia como Mad Men y la asombrosa Breaking Bad), ni Steve Buscemi devora todo el prestigio como, precisamente, sí lo hace Bryan Cranston.
Éxitos, al menos dos, posiblemente más.
Porque BB alcanza una de las metas más difíciles para cualquier producto de ficción: el de crear una atmósfera especial, singular y propia. Un contexto en el que reconocemos una historia que hemos aceptado creernos, con sus limitaciones y con esas pequeñas cosas que nos encantan, sea una ambientación o un personaje, o un actor (atención a Kenneth Williams y su Chalky White, que promete fuegos artificiales).
Y dos, aunque ya decimos que seguramente son algunos más los logros: dar forma a una serie de época, a un retrato del pasado, de forma que lo creamos y, con el tiempo, lo hagamos canónico, referencial de un tiempo y unas circunstancias aunque éstas no coincidan exactamente con los libros de historia porque, más allá de los detalles históricos, nos transmite una atmósfera que sabe a cierta. Y de esto Martin Scorsese, que para algo participa en la producción, sabe bastante.
Al menos, para esta época en que los padres leen más comics que sus hijos, el resultado es lo suficientemente creíble.
En otras palabras, Boardwalk Empire puede no ser la más grande, la competencia es dura. Pero está entre las mejores. Seguiremos atentos a ver cómo sigue y se deshacen los nudos de los muchos conflictos que hay planteados.
Aunque apostamos a que la solución vendrá nadando en una mezcla de whisky y sangre. Mucha sangre.
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