
A Emily le crecen los problemas y ella parece no perder la tranquilidad ni un momento: su verdadera identidad se le aparece con un cadáver a cuestas, su suegra sospecha de ella día sí día también y la mujer que la había descubierto sale del coma, eso sí, sin memoria, para darle el tiempo suficiente a manipular la única prueba que tenía contra ella.
Es bastante raro como se comportan los ricos: Lydia y su amnesia se instalan en casa de los Grayson a petición de Victoria para sorpresa de todos; en realidad nadie está cómodo con la presencia de Lydia allí: ni Victoria, ni Conrad ni la propia amante del señor Grayson que no tiene muy claro que hace allí. Eso sí, le da el tiempo suficiente para recordar algo del pasado y acusar a Emily, algo que la vuelve a unir a Victoria que está buscando la mínima oportunidad para ir en contra de la novia de su hijo. Pero otra vez le vuelve a salir mal y lo que consigue es que su hijo se pille un cabreo increíble al descubrir que su madre había estado espiando a Emily y se vaya de casa. Ni siquiera le importa el pasado de la joven en un centro de alta seguridad... ¡Lo que no haga el amor! Ahora ninguno de sus hijos está de su lado y encima tiene a Tyler merodeando en sus asuntos.

Emily, y por tanto Revenge, se encuentra en un momento de desequilibrio, con un montón de frentes abiertos, cada vez más enemigos o asuntos de los que ocuparse, con demasiada gente sospechando de ella, incluido su propio novio que después de la visita de la policía no la mira con muy buena cara al meterse en la cama tras su escapada nocturna...y eso que no sabe que la escapada ha sido para colocar una prueba en el jardín de la mansión Grayson.
Mucho trabajo para Emily y cada vez más misterio en The Hamptons.
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