¡¡¡hombre!!! por fin un giro sorprendente. Solo hemos tenido que esperar nueve capítulos para que Dexter nos hiciera saltar del sofá. En el fondo sabíamos que lo haría. Me parecía imposible, casi un insulto al buen gusto que se pudiera haber creado un personaje tan soso e inexpresivo como Travis. Pero claro, escondía un gran secreto; una doble cara que compensa estos ocho capítulos de padecimientos y casi aburrimiento en algunos casos.
No es que yo sea muy admiradora de recurrir a la locura para explicar las razones de un asesino, pero en este caso era la única manera de encauzar esta historia para que pudiera enganchar al espectador. Dexter encuentra así a un asesino mucho más parecido a él de lo que podría llegar a imaginar, a pesar de las notables y evidentes diferencias entre ambos.
La buena noticia para Dexter es que últimamente no tiene que lidiar con las escenas que le monta su hermana porque Debra asiste puntualmente a terapia y ya se lo cuenta todo a la psicóloga...mucho mejor para todos, la verdad. La doctora intenta que Debra deje de ser una “desgraciada”en casi todos los aspectos de su vida y la anima a tomar las riendas de la situación. Y lo hace...¡vaya si lo hace! Concretamente en el peor momento y lugar posible.
Ya decíamos en el capítulo anterior que el caso de la prostituta muerta que Laguerta quiere cerrar escondía algo más. Pues si, escondía directamente al jefe Matthews y Debra ha decidido meterse de lleno en la investigación del asunto. Vamos, que a la muchacha le gusta meterse en problemas aunque la mayoría de ellos no los vea venir.
Lo que tampoco ve venir Debra es que tiene una comisaría de desquiciados, locos e inmaduros. Quinn sigue con su manía de no comportarse como una persona, pone en riesgo su trabajo, el de los demás y encima se atreve a darle lecciones a Angel, a burlarse de su fallido ascenso y de sus fracasos matrimoniales; y claro, pelea a la vista, porque Angel y su crisis de los cuarenta tampoco es que hayan mejorado del todo aun.
Y por otro lado tenemos a Louis. Debo reconocer que me enfada mucho el trato que le están dando al personaje de este chico. Parece imprescindible que si aparece alguien nuevo que encaja bien, parece encantador y eficaz en su trabajo, termine siendo un psicópata, obsesivo y obsesionado con algo, en este caso Dexter. Con lo bien que podría haber funcionado si se dejaran las cosas seguir su curso...en fin, veremos que hacen con él.
El caso contrario es Mike Anderson, al que solo vemos últimamente dando alguna lección de cultura religiosa, un par de frases por capítulo como mucho y nada más...Esperemos que mejore porque tenía potencial para ser un gran personaje.
Y con este panorama de compañeros de trabajo Dexter tiene que lidiar por su cuenta con un asesino en serie que le lleva bastante ventaja en sus planes y que ha conseguido sorprenderle como hacía tiempo que no le ocurría. No le queda demasiado tiempo antes del “fin del mundo” para acabar con él a su manera o conseguir que su hermana se anote un tanto delante de los jefes atrapando al nuevo terror de Miami.
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