domingo, 11 de diciembre de 2011

Boardwalk Empire S02E10: El trono de hierro era esto




















¡Tomemos aire! Intensidad y calidad creciente fueron las señales de identidad de los capítulos inmediatamente anteriores, y toca reposar (muy relativamente) antes de que se desate la tormenta final.

El trono (sí, éste sí que es de hierro, sin boberías y con personajes que son algo más que una bonita postal) le queda algo grande a Jimmy, quien también parece verle al asiento puntas y filos insospechados ahora que puede sentarse. Y no le gusta, pero menos le gustará reconocerlo, y que el puesto de número 1 nunca fue lo mejor para él, tal y como Nucky siempre había sabido.

Estando ya en el episodio 10 parece que el círculo para Jimmy apunta a completarse en este reconocimiento, el de los propios límites pese al arrojo y las ganas de apoderarse de todo... y que no son suficiente, cuando se escala lo suficientemente alto. Vaya, otra vez Ícaro y Dédalo. Las historias de gangsters siempre tan abonadas a los clásicos. De corazón, se lo agradecemos.

En realidad los problemas de Jimmy nos permiten asomarnos a una de esas tomas de postura que acerca un producto de calidad como BE a la altura de los grandes productos que además de entretener, iluminan. Resulta que los pobres trabajadores que desempeñan las labores humildes para los jefes de la delincuencia lo pasan igual de mal que los trabajadores de cualquier fábrica de la época... porque los jefes de, digamos, un banco, y los jefes de la mafia son casi indistinguibles en la consideración que tienen por sus trabajadores, y que es exactamente igual a 0.

¿Recuerdan aquélla secuencia de Los Soprano donde Tony, el capo, cenaba con sus vecinos abogados de buena familia para reconocer estos últimos, entre silencios incómodos, la poca diferencia que había entre lo que hacían los Soprano y lo que hacían ellos? Pues eso. Aquí el guionista viene de la misma serie, y con mucha lucidez, no parece haber cambiado de opinión.

En el mismo tono de "la que se prepara" revisitamos a nuestro personaje favorito, el agente Van Alden (por favor, un spiff off para este personaje ya mismo), cada vez más fascinante, y a un ejemplo no menos fascinante de cómo una persona inteligente - Margaret -, cuando está lo bastante desesperada, puede entregarse a ella misma - y su dinero - a la superstición, pintándonos un retrato de época creíble e intranquilizadoramente cercano.

Viendo a dónde llegan estos episodios y la credibilidad de sus promesas, merece la pena no sólo bajarse BE y paladear sus ricos episodios, sino comprarla y votar así para que hagan más. Por favor hagan más, no andamos sobrados de calidad en este mundo y en el show business, mucho menos.

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