"There's nothing left to wreck, but I can't stop"
Me van a tener que disculpar si en este comentario me extiendo un poco de más de lo que veintipico minutos de TV ameritan y si me voy un poco de tema, pero créanme, es para una buena causa.
Cuando hacemos un comentario lo hacemos obviamente, a través de nuestras experiencias e intereses. Por eso también los comentaristas amateurs buscamos cosas para las cuales tenemos herramientas. Es por eso que pueden leer mis comentarios de Modern Family o Mad Men, pero no de Game of thrones: sencillamente no tengo los recursos para hacer un comentario que fuera más allá de lo superficial de rubros técnicos o actorales.
Cuando hablo de mis herramientas, además de los años de TV, cine, libros, comics y otros etcéteras que tengo encima, están también mis otros intereses, y Nurse Jackie, que es lo que nos ocupa, intersecta con dos de ellos: los estudios de género y el psicoanálisis.
Jackie Peyton es un personaje antipático. Mentirosa, infiel, adicta (se podría pensar que las tres cosas son parte un mismo complejo, más sobre esto un poco más adelante), el más claro ejemplo de lo detestable. Una característica que comparte con sus compañeras y ex compañeras de las series de la cadena Showtime: Cathy Jamieson, Tara Gregson y especialmente Nancy Botwin.
Pero, ¿por qué las señalamos a ellas? La televisión está llena de personajes de este estilo, y la mayoría son considerados ídolos, exitosos, los que se llevan el mundo por delante. Saben de quienes hablo, de los Tony Soprano y Don Draper y Dexter Morgan y Walter White. Claro, ello son varones. Que sean unos soberanos hijos de puta no los hace perversos sin límites, los hace “emprendedores”, “líderes”, “machos alfa”. Y ellas, ellas son simplemente mala gente. Esto es, ¿caemos en el facilismo de juzgarlas, o les perdonamos todo a ellos? No tengo una respuesta sencilla, y simplemente estoy midiendo lo que me genera Jackie en la pantalla.
Y porque aquí aparece la otra vertiente: sin hacer psicoanálisis salvaje (aunque lo estoy haciendo), Jackie es un personaje interesantísimo desde un punto de vista psicopatológico. Nada de histéricas de libro como en Mad Men, que podrían ser las mismas victorianas con las que se encontraba Freud. No, Jackie es 100% una criatura del siglo XXI, con las complejidades que trae ser una mujer profesional madre de dos hijas con un problema de adicción un marido un amante amigos demandantes problemas económicos en la ciudad que es el ombligo del mundo y pocas herramientas para lidiar con todo eso. El mecanismo de Jackie es pura destrucción, la pulsión de muerte misma. El único atisbo reactivo es su entrega total a los pacientes, a los que no duda en ayudar...siempre y cuando esto también joder un poco al sistema y poner su frágil situación más en riesgo al mismo tiempo.
Durante tres temporadas vimos el descenso en espiral de Jackie, siempre cayendo milagrosamente parada, y recién al final de la tercera, teniendo que lidiar con algunas de las consecuencias de todo esto. Las opciones de ahí en más eran: hacer la gran Nancy Botwin y dejar que la serie se autodestruyera tal como lo hizo Weeds, o hacer que las acciones tengan consecuencias y cambiar el status quo.
Linda Wallem y Liz Brixius, las creadoras de la serie, escribieron y dirigieron este episodio para hacer exactamente eso: cambiar el status quo. El del hospital que pasó a nuevas manos privadas cambiando la situación de todos los que allí trabajan; el de Kevin recién separado y con una novia nueva; el de Eddie que blanquea su affaire de años con Jackie a su ex marido en el peor momento posible; el de O’Hara con su embarazo. Y claro, el de Jackie obligada por las circunstancias a entrar a rehabilitación.
Este episodio es prácticamente como ver un piloto, todo es nuevo, todo es a desarrollar, salvo que con muchas caras conocidas que nos garantizan un mínimo para continuar. Porque esto no se sostiene sin Edie Falco, Eve Best y Merritt Wever haciendo lo que hacen tan bien desde ya hace un tiempo.
Dejemos que desarrollen, y seguiremos acompañando con los comentarios, probablemente un poco más breves y menos vuelteros.
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