Good night, animals!
Es un inevitable destino para los hijos el transformarse en sus padres, o por lo menos, en los que ocupan ese lugar en sus configuraciones identificatorias (hola, soy el que reconoce el freudismo de Mad Men por haberlo leído en exceso también). Claro que antes nos tenemos que confrontar con esos padres, dentro de lo posible, en alianza con alguna figura fraterna.
Probablemente la única crítica real que se le ha hecho a esta increíble temporada de Mad Men es que en cierta manera todos los episodios son extremadamente tópicos, todos son acerca de algo, y ese algo recorre a todas las historias y personajes a su manera. No es una observación incorrecta, y no considero que sea necesariamente malo: es simplemente un estilo narrativo diferente del que estábamos acostumbrados. El tema generacional es el “tema” de este episodio.
Esto queda más que claro en el hogar Draper, donde con la excusa de un premio que va a recibir Don más un accidente hogareño con la abuela Pauline obligan a tres generaciones de Drapers-Calvets-Francis a convivir bajo el mismo techo. Las cosas salen tan bien como se pueden imaginar, especialmente cuando se agrega a la configuración familiar al tío Roger. Los Calvet, más franceses que anglo, no ven con buenos ojos el matrimonio de su hija con Don. Claro que detrás de esto está su propia infelicidad. Que papá Calvet sea un izquierdista resintiendo su fracaso y mamá Calvet tenga toda la frustración de mujer engañada y la belleza de Julia Ormond, que se ha puesto mejor con los años, no ayuda tampoco.
Lo único bueno que sale de toda esta situación es una idea brillante para salvar a Heinz, que hace seis episodios que es una cuenta en riesgo de caerse antes de empezar. La idea, claro, es de Megan, quien no parece muy feliz de haberla tenido, pero que sirve para catalizar dos logros que tendría que apreciar más: finalmente es un verdadero equipo con su marido, como solamente Trudy y Pete habían demostrado serlo hasta ahora (y tal vez Roger y Mona en su mejor momento, tal como nos fue recordado en una breve pero eficaz escena de exes que se encuentran a tomar un trago), y un verdadero y honesto reconocimiento de parte de Peggy.
En un guión más cliché, Peggy estaría muerta de celos por el logro de Megan. Pero nadie entiende lo que es estar en ese lugar como Peggy, y como “un pequeño paso para el hombre (mujer) es un gran paso para la humanidad (femineidad)”. Hablando de Peggy, en una primer mirada, pensaba como Joan le está jugando de figura materna hasta cierto punto, hasta que apareció la verdadera mamá Olson y me di cuenta que solamente es una dinámica de hermana mayor, una a la que las vueltas de la vida acercaron más a su hermanita de lo que nunca se imaginó que podía suceder. Joan, Peggy y Megan están en conflicto con sus madres y planteándose que quieren de sus compañeros, pero se tienen de hermanas cuando más hace falta. Y Megan por un momento hasta puede jugarle de hermana a Sally más que de madre: ambas niñas quieren el amor de sus padres y reprueban de sus madres al tiempo que temen transformarse en ellas. La dirección de vestuario, maquillaje y peinado no hacen más que recordarnos que el destino de Megan y Sally son Marie y Betty aunque no lo quieran.
Para redondear, Mad Men no es Mad Men en la segunda mitad de una temporada si SCDP no tiene algún problema, y en este caso no importa el optimismo de Roger después de su experiencia que altera la vida el episodio pasado o los premios de Don, ni haber salvado la cuenta Heinz a último minuto: los clientes siguen faltando, la agencia se volvió “radioactiva” para cierto tipo de cliente y un replanteo se viene gestando.
Concluyendo: todos infelices, aun logrando lo que están buscando. Empezamos con Freud, terminamos con Freud.
Algunas observaciones al paso:
- Parte del juego generacional que se repite en cada iteración son las vueltas de las figuras del pasado. En este caso fue la siempre bienvenida Mona, incapaz de celebrar abiertamente la caída de su némesis Jane, pero retomando el lugar de socia de Roger que nunca terminó de perder.
- El otro regreso es el de Glen, que ya está bastante crecidito y que cada minuto que pasa pone más en riesgo la virginidad de Sally Draper. “Todas las niñas un día abren sus piernas y abandonan el nido” dijo con total falta de tacto Emil Calvet. En narración a eso se le llama “foreshadowing”, nos están adelantando algo que se viene en el futuro.
- Roger puede resultarnos moralmente repugnante por momentos, pero es el personaje con el que todo nos querríamos ir a tomar un trago. Hasta Sally Draper (en ese caso, que sea un Shirley Temple)
- El embarazo de Jaunuary Jones no solo nos dio a Betty gorda, si no también mucha abuela Pauline, que de a poco se está transformando en la señora Blankenship de esta temporada. Esperemos que con un destino menos trágico.
Gus, excelente crítica. Solo agrego un comentario. Magnífica actriz Kiernan Shipka. (Sally Draper)
ResponderEliminarTiene la enorme virtud de decir muchas cosas, solo con una sola mirada.
Es muy evidente que los guionistas han ido volcando parte de las tramas sobre ella, a medida que han pasado las temporadas pues ven que manejan oro puro.
Shipka es increíble! Justo en el comentario de Nurse Jackie que estoy por subir (chivo!) comento sobre estas magnificas actrices juveniles.
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ResponderEliminar¡Definitivamente la serie Mad Men cuenta con actores que tienen una gran fuerza interpretativa!
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